viernes, 27 de abril de 2018


Mercadeo político entre candidatos y obispos

Bernardo Barranco V.

Fuera de los empresarios, ninguna institución tiene la capacidad de convocatoria como la exhibida por la jerarquía católica para reunirse con los candidatos presidenciales. Mostró músculo y ha sido ya, una constante en los anteriores procesos electorales. Entre el 13 y 14 de abril, los obispos tuvieron la privilegiada pasarela de presidenciables que ofrecieron durante media hora su programa y visión de gobierno para luego escuchar comentarios y preguntas de los prelados.

Desde los tiempos del nuncio Girolamo Priggione en la década de 1980, la jerarquía sabe bien que este es el momento de mayor debilidad de la clase política. Experimenta transiciones y agitaciones que sólo apaciguará sabiendo el resultado final del cómputo. Las elecciones recomponen la correlación de fuerzas, actores se realinean o cambian de bando, surgen nuevas camarillas y otras desaparecen. En suma, hay río revuelto. Y la Iglesia aprovecha las ansiedades y vulnerabilidad de los actores para insertar sus demandas, intereses y agenda. En 1988 se negocia con Carlos Salinas de Gortari las reformas constitucionales tendentes a su reconocimiento jurídico. Con Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, en 2011, se pacta la reforma al artículo 24 constitucional tendente a la libertad religiosa que a la postre levantó grandes polémicas y el resultado final no fue del agrado de la jerarquía. Las elecciones actuales no son sólo presidenciables, sino que están en juego miles de cargos públicos. ¡Vaya ejemplo están dando los máximos aspirantes políticos a los demás! Como veremos más adelante, el PRI oferta ahora modificaciones a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, a modo de los intereses de la Iglesia católica. Primero algunas consideraciones de los encuentros entre los candidatos.

1. Candidatos conservadores. Como pocas veces en la historia electoral, los candidatos a la Presidencia tienen un perfil conservador en materia moral. La mayoría se proclama católica y con diferentes tonos, asume la agenda de valores de la Iglesia en materia de aborto, sexualidad, familia, homosexuales y distancia a los matrimonios igualitarios.

2. Los prelados apoyan al obispo de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel. Frente al secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete, los obispos cerraron filas en torno al polémico encuentro del obispo con capos de la Sierra de Guerrero. El apoyo fue total, pese al silencio mediático. Era de esperarse, el prelado se ha hecho eco de los planteamientos pastorales del papa Francisco: ser puente, tener la autoridad moral para ser interlocutor válido y gravitante para frenar la barbarie, así como proteger a la población en las zonas donde el Estado ha desaparecido y no ofrece las mínimas garantías de convivencia social. Francisco ha sido puente y protagonista del diálogo por la paz en Colombia, nada menos que con las FARC, tan repudiadas por un sector de la población.

3. Hermetismo mediático de los obispos en los encuentros con candidatos. Los encuentros con los candidatos fueron a puerta cerrada. Los reporteros de la fuente, literalmente fueron echados a la calle. No se les permitió el acceso ni siquiera al estacionamiento de la sede en Cuautitlán. ¿Transparencia, derecho a la información? Son obligaciones que deben cubrir otros actores e instancias, no la Iglesia.

4. Especulaciones y trascendidos del contenido de los encuentros. Como consecuencia de la restringida política comunicativa, la pasarela está expuesta a filtraciones de los propios obispos e interpretaciones de los mismos candidatos. Por ejemplo, José Antonio Meade declaró que su propuesta fue la que más agradó a los obispos. En cambio algunas filtraciones, señalan que la intervención de AMLO fue lenta y carente de chispa.

5. Intercambios y acomodos entre candidatos y obispos. Los obispos coinciden con AMLO sobre la crisis de valores. Sin embargo, tienen dudas de sus alianzas con el PES, partido de evangélicos. Su oferta de traer al Papa para abrir espacios de paz es un dulce. Es reconocer potencialmente el papel de mediación y puente de conciliación de la Iglesia ante conflictos, incluso locales, como ocurrió en Guerrero. Margarita Zavala, su desventaja ante los obispos no es ser la esposa de Felipe Calderón, sino que es mujer. Ante los prelados, ella misma mencionó que se desmarcó de muchos de ellos para enfrentar con mayor determinación a las organizaciones criminales y capos. Ricardo Anaya explicó detalladamente cómo el frente no incorporará en su programa de gobierno los temas del PRD, como el aborto, que afecten la agenda moral de la Iglesia. Meade es bien visto por los obispos, pero dudan que pueda afrontar a fondo la corrupción y ser factor ante la impunidad; sin embargo, la propuesta del PRI, como veremos, es tentadora para la clerecía.

6. El PRI propone reformas a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Llamó la atención que el mensaje de los obispos pusiera como primer apartado la libertad religiosa. Como anhelo inicial, los prelados plantearon, dentro del marco de respeto de los derechos humanos, profundizar “la libertad de conciencia y la libertad de religión… lo que implica una relación de colaboración positiva entre las iglesias y el Estado, enmarcada dentro de la llamada laicidad positiva”. Los obispos insisten en descalificar la concepción secular y liberal de la laicidad de herencia juarista. La laicidad positiva, por tanto, es una resignificación católica de un concepto ajeno al que revierten sus contenidos adecuando a los intereses de la institución. Es la laicidad clericalizada. Ahora entendemos por qué Meade declaró a la salida de la CEM: Me fue muy bien. Me llevo sus bendiciones. De manera sigilosa, sin debate, la bancada priísta encabezada por el mexiquense Carlos Iriarte, presentó un conjunto de reformas a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Según Javier Tejado Dondé, en su artículo Los guiños del PRI a la Iglesia, la iniciativa propone que las iglesias puedan expresarse más allá de los templos, derecho a la objeción de conciencia; adquirir y administrar bienes materiales sin el consentimiento de Gobernación; operar y administrar estaciones de radio y tv, así como obtener concesiones de telecomunicaciones, y recibir recursos para el sostenimiento de las asociaciones religiosas (El Universal, 17/4/18)

De confirmarse esta propuesta de reforma a la ley, sin duda, será un lance oportunista. Primero porque no hay tiempo para que pase al pleno para discusión en la actual legislatura. Segundo, levantaría un debate mediático descomunal, como pasó con el 24 constitucional en 2012, que evidenciaría el utilitarismo entre el PRI y el clero, crearía tal ruido que perturbaría el proceso electoral. Más bien, la propuesta de reforma es el equivalente a la tarjeta rosa, cuya señal sería la siguiente: señores obispos, si ganamos en 2018 y tenemos mayoría en la cámara, haremos efectiva la reforma. Apoyen al PRI, porque todos ganamos.

http://www.jornada.unam.mx/2018/04/18/opinion/018a2pol

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