EN
LA COYUNTURA
ELECTORAL
TOMA
DE POSICIÓN
FRENTE
AMPLIO SOCIAL UNITARIO
(FASU)
Ciudad
de México a Octubre de 2017
EN
LA COYUNTURA ELECTORAL
Reconocemos
que el momento nacional que vivimos, es sumamente incierto y
profundamente grave, no solo por la recomposición regresiva del
ordenamiento social mexicano –debilitamiento de la regulación
estatal de la economía, pérdida de poder social de los trabajadores
y los sectores populares, mayor apertura y desregulación comercial y
financiera, privatización de empresas públicas y destrucción de
organismos estratégicos del Estado, entre otras medidas más–,
sino por la subordinación de México a las coordenadas geopolíticas
y de seguridad nacional de los EE.UU. y su papel de economía
tributaria a favor de esta última nación, además del denigrante
papel de lacayo que le han asignado al titular del Ejecutivo Federal
y del peligroso avance de la instauración de un régimen
policiaco-militar-mediático.
De
igual manera, registramos que, en oposición a esta tendencia
neoliberal del país, se ha dado un crecimiento, tanto de las
movilizaciones como de las luchas sociales y de resistencia de las y
los mexicanos, sin embargo, hasta el momento tienen un rasgo
defensivo y se acotan en la mera resistencia, frente a un conjunto de
agravios específicos: defensa de los recurso naturales, frente a las
políticas de despojo, depredación y sobreexplotación; en defensa
de los derechos humanos frente a la represión, las desapariciones
forzadas o la criminalización de la pobreza y las luchas sociales;
en defensa del derecho al trabajo, frente a despidos o cierres de
empresas públicas y privadas; en defensa del campo mexicano frente
al agronegocio, el abandono por parte del Estado y la disputa por el
presupuesto público.
Esta
realidad nos coloca frente a nuevos desafíos y frente al reto de
construir nuevos horizontes de acción, en donde contribuyamos a que
se suelden las nuevas vinculaciones: entre lo social y lo político;
entre la autonomía y la integración a espacios de gobierno; entre
la lucha institucional y la lucha extra-institucional; entre la lucha
por dignificar nuestra vida cotidiana y ser parte de un nuevo poder
nacional; entre la lucha por restaurar el orden constitucional (lucha
contra las contrareformas) y un nuevo constituyente.
Es
decir, desde el Frente Amplio Social Unitario, debemos contribuir a
lograr avances cualitativos importantes, al pasar de demandas
puntuales a demandas más generales y a la construcción de frentes
políticos, que nos permita irrumpir en la esfera de la lucha
política y pelear no sólo por espacios en la estructura de poder
público, sino para que las trabajadoras y trabajadores y los
sectores populares, no continuemos estando al margen de la lucha
política por contribuir y ser parte del rescate de México y de una
nueva conducción del Estado Nacional para: impulsar la
transformación del poder y la refundación nacional; para acotar en
función del desarrollo nacional y el bienestar de la sociedad a la
oligarquía nacional y los poderes extranjeros; para ampliar y
profundizar los espacios de poder popular en la diversidad de
territorios del país y alcanzar un México con soberanía, justicia,
libertad, democracia y paz.
Hay
claridad de que, la
coyuntura de 2018 será histórica y compleja,
especialmente
el proceso electoral
tanto por su magnitud, como por la quiebra moral de los gobernantes,
por la profunda degradación institucional y por los desastres que se
anudan y hacen estragos con el país: en ella se renovarán la
Presidencia de la República, el Congreso de la Unión, habrá
elecciones concurrentes en 30 Estados del país; en 9 de ellos, se
renovarán gubernaturas; en 27, congresos locales y; en 26
Ayuntamientos. Pero, sobre todo, porque
será un momento en donde se confrontarán política y electoralmente
dos proyectos y sentidos para la Nación que expresarán
genéricamente: La continuidad o un giro en la tendencia de
descomposición y desastre nacional.
Esta
contradicción entre sentidos para la Nación y la disputa por los
sentidos de lo político, se ha instalado y se ha venido dirimiendo
desde principios de la década de los 80’s, no solo al seno del
partido del régimen, sino en las luchas sociales y el campo
institucional, en el terreno de las ideas y el imaginario de nuestro
pueblo, en las calles y soterradamente en los momentos y disputas
electorales. Habrá que subrayar que este periodo de los años 80’s
estuvo caracterizado por flujos y reflujos del movimiento: una
compleja insurgencia sindical (corrientes democratizadoras,
sindicatos independientes y frentes obreros); el despliegue de
proyectos frentistas (CNPA, CNTE, CONAMUP, COSINA); la generalización
de las colonias populares y las coaliciones regionales; hasta la
conformación de los movimientos surgidos por el terremoto de 1985
(Coordinadora Única de Damnificados y la Asamblea de Barrios).
Sin
embargo, su primera expresión de alcance y dimensión nacional, ha
sido la irrupción masiva de la sociedad mexicana, de cara a la
elección presidencial de 88 del siglo pasado, que se nutría de las
luchas que se oponían al despliegue e imposición de la visión
tecnocrática –hoy neoliberal– y contra el autoritarismo del
régimen priista, dualidad que era portadora e inauguraba una alianza
político-económica, con el poderío de multinacionales foráneas,
el crimen organizado, las elites religiosas, algunos generales
traidores a la patria y a través de la colonización de los partidos
políticos (régimen trans-partidista) cuyo catalizador fue, sin
lugar a dudas, la insurgencia político electoral de 1988 y, cuyo
resultado significativo han sido 3 cuestiones que se han instalado en
el imaginario y la memoria corta de las luchas de nuestro pueblo:
-
Que
dos
visiones de país se disputan el horizonte futuro de la República:
Una,
que busca la subordinación e integración a la hegemonía
norteamericana y el beneficiar a una reducida oligarquía económica
del país y; Dos,
los
que persiguen un margen relativo de autonomía con respecto a EE.UU.
y darle un peso al desarrollo del mercado interno y una modesta
redistribución de la riqueza nacional en la sociedad;
-
Se
instaló y expandió la
crisis de la hegemonía del régimen priista,
al inaugurar en México y el continente, los golpes de estado
constitucionales y cuya expresión más grotesca fue la usurpación
de la Presidencia de la República y, paralelo a ello se abrió un
proceso de pérdida progresiva del control de los Órdenes de
Gobierno y los Poderes de la República, sin embargo, ello no
impidió que se continuara con la destrucción del proyecto
constitucional de 1917, con lo que, la sociedad ha venido
interpelando cada vez más, tanto el autoritarismo priista como la
barbarie de la visión neoliberal, quienes han carecido de una
legitimidad desde esta confrontación;
-
Esta
irrupción social, de masas y radicalizada, posibilitó la
conformación
de un movimiento democrático nacional,
que se expande y contrae, que avanza y retrocede, que se cae y se
levanta en determinadas coyunturas que ha vivido el país (en el
mayor esfuerzo de unificación de los sectores progresistas,
nacionalistas y de izquierdas en torno al PRD, hoy, en franca
quiebra moral y descomposición terminal; en las disputas populares,
de las elecciones por la presidencia en 2006 y 2012; en el apoyo
ciudadano-popular al levantamiento del EZLN; con la solidaridad a la
heroica resistencia de los pueblos en defensa de la tierra de
Atenco; en el respaldo a la huelga y levantamiento de la APPO, en la
Convención Nacional Democrática convocada por AMLO, la irrupción
del Yo Soy #132, en el acompañamiento a las madres y padres de los
normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, la conformación de Morena,
en la huelga de los jornaleros agrícolas del Valle de San Quintín,
en el respaldo e impulso de la huelga magisterial de la CNTE, etc.)
Estos
tres componentes, han recreado la generalización de la protesta
social y la emergencia de nuevos movimientos y actores sociales y
políticos; esta energía desde lo social, por un lado, nutre y
alimenta la crisis del neoliberalismo y, por el otro, amplia el
horizonte democrático del país, genera procesos constituyentes de
rebeldía, identidad y atención a lo común de las y los mexicanos.
Sin embargo, un rasgo peculiar que hay que subrayar, es que, desde el
brío de lo social, se están perfilando procesos de confluencia, con
un giro cualitativo y harto significativo, empiezan a vislumbrar y
esbozar un alcance programático; que emprenden el reto de asumir la
recuperación de México, su transformación, pero, sobre todo,
perfilan el sentido de asumirse como un Estado alternativo.
La
respuesta del poder profundo de México y los intereses extranjeros,
han buscado muchos mecanismos para revertir estos tres componentes, a
través de la institucionalización de los golpes constitucionales y
parlamentarios; concediendo un triunfo programático al PAN en
1988-1989; pactando la alternancia por la derecha con el PAN en el
año 2000; o legitimando la usurpación y recreando la ilusión de
cogobiernos con el “Pacto Por México” en el 2012; pero también,
a través de la violencia directa, estructural y simbólica, así
como, a través de la ocupación militar del territorio nacional con
nuestras propias fuerzas armadas.
De
manera específica, se busca desalentar la participación política y
electoral de la ciudadanía, mediante una ofensiva mediática que
promueve la antipolítica y la colonización de nuestro sentido
común, nuestro ocio y nuestra cotidianidad, con lo que banalizan
nuestra manera de entender los problemas públicos y nos someten a la
dictadura de la indiferencia y del miedo ante los cambios.
No
obstante ello, este proceso se ve reforzado con la imposición de
derrotas al movimiento y de manera especial, garantizando su
aislamiento y fragmentación, pero sobre todo, sembrando un clima en
donde no puedan vincularse las luchas institucionales y
extrainstitucionales, las luchas sociales y las luchas político
electorales, en donde las y los trabajadores solo se dediquen a
resistir y no pongan en el centro de sus batallas, la lucha por ser
gobierno y la construcción de un nuevo poder en el Estado Mexicano.
Paralelo
a esta política de violencia, criminalización y militarización de
las relaciones sociales en nuestro país, habremos de decir que se
viene dando el perfeccionamiento de las Elecciones de Estado, en las
que el aparato
del Gobierno se convierte en aparato electoral,
conformado por cientos de acciones, en apariencia no significativas e
inconexas, pero que, en conjunto, es una conspiración desde el
aparato del Estado para imponer la conformación de la conducción
política de los Poderes y Órdenes de Gobierno de la República, que
les garanticen lucrar con el patrimonio público, continuar con los
dictados de Washington y reproducir las relaciones de explotación y
depredación salvaje del capitalismo.
Por
tanto, frente a la coyuntura política y el escenario electoral del
año 2018, es necesario ir perfilando una posición al respecto, ya
que, de las
decisiones que asumamos, va a depender que ampliemos los campos y
capacidades de resistencia de nuestro pueblo y nos coloquemos en
perspectivas estratégicas de mayor alcance, que vayan más allá de
la coyuntura electoral.
Es
decir, entramos a un momento de recomposición y realineamientos de
fuerzas y dentro de ese proceso, habrá que abordar una dicotomía
que subyace en los movimientos sociales y que, en la medida en que no
se supere podrá ser crucial y determinante para fortalecer o
debilitar las luchas de liberación de México, y que descansa en el
siguiente planteamiento: todo
movimiento social es político, pero no todo movimiento social lucha
por el poder político. Y
es precisamente aquí donde tendremos que empezar a definirnos y ser
explícitos, para empezar a cambiar la lógica y el sentido de la
correlación de fuerzas en México y contribuyamos a instalar en el
imaginario de la sociedad la urgencia de un cambio, es decir, la
necesidad de una ruptura y una transición frente al desastre
nacional.
De
lo contrario, lo poco o mucho que tengamos acumulado, social,
política y culturalmente, no podrá contener el proceso
desustancializador de soberanía, democracia y derechos sociales, con
lo cual se aceleraría nuestra involución en neocolonia
norteamericana y permitiríamos que las clases dominantes y
dirigentes, mantengan la iniciativa, continúen con su agresiva
ofensiva contra la nación y el pueblo y puedan resanar sus
agrietamientos y diferencias; en cambio, las luchas de nuestro pueblo
serán intensas, pero a la defensiva, resistiendo, esporádicas e
inorgánicas y, por lo mismo, serán marginadas de los procesos
claves de lucha y podríamos ser neutralizados para los objetivos de
transformaciones más profundas, esto en el mejor de los casos, lo
otro es ser barrido y destruido del escenario de luchas del país:
-
Es
fundamental que las y los mexicanos, de cara a la coyuntura
electoral del 2018, contribuyamos
a la disputa de los sentidos de la política y el imaginario social
de las mayorías, para que en su percepción, se decanten con mayor
claridad los campos en conflicto: por un lado, el bloque de los
traidores a la patria, los neoliberales, los neocolonialistas, los
anticonstitucionales, que le apuestan a la barbarie
y; por otro lado, los
que buscamos recuperar soberanía, derechos sociales, democracia y
una refundación nacional, construyendo un nuevo Pacto social y un
nuevo marco Constitucional.
Frente a esta disyuntiva, las y los mexicanos, no estamos ante el
privilegio de elegir una opción, sino frente a un deber de asumir
un papel ético e histórico para recuperar a México y alcanzar una
patria distinta y mejor;
-
Habrá
que diseñar una estrategia, aprendiendo de las experiencias
históricas de lucha de los pueblos de México, en donde
contribuyamos
desde un abanico amplio de trincheras de lucha y resistencia, que
está dirimiendo la sociedad mexicana, para que las mayorías
sociales se hagan de un triunfo popular,
en lo que coyunturalmente va a ser determinante, ya que, este
momento del proceso electoral puede modificar la relación del poder
Social y del Estado, puede marcar la ruta de destrucción o
legitimación de derechos sociales; de igual forma, la definición
de este momento, podrá garantizar la sobrevivencia o el destrozo de
las organizaciones sindicales, del mundo de lo rural, los pueblos
originarios, de las colonias y barriadas e inclusive, puede llegar a
madurar el desmantelamiento de la viabilidad de la República;
-
Para
ello, es imperativo que
las fuerzas sociales y políticas de los pueblos de México, sus
reservas morales, culturales, intelectuales, políticas y de memoria
histórica, empiecen a construir condiciones para que el polo
patriótico revolucionario, se consolide como una poderosa fuerza
material, simbólica y ética, que logre imponer, tanto en la
coyuntura como en la circunstancia político electoral, la imperiosa
necesidad de la unidad en contra de la clase dominante y la clase
dirigente, tanto en el terreno de la lucha social y la lucha por los
espacios del poder público, perfilando simultáneamente, una
vertiente anticolonialista, antineoliberal, antipatriarcal,
progresista, patriótica, revolucionaria, en donde se dispute el
sentido común de las alternativas nacionales, en las calles, el
imaginario social y las instituciones.
-
En
tal virtud, urge conformar una fuerza político-social de masas, que
tenga capacidad para cuatro tareas claves;
a)
Conformar
una estructura organizativa social de tal magnitud, que se perfile
como nueva mayoría nacional, social, política, cultural, que
contribuya al quiebre de la tolerancia moral de nuestro pueblo frente
a los gobiernos de traición nacional e influya, determinantemente,
en la recomposición de fuerzas y, en la presente coyuntura, tenga
una influencia en el resultado electoral benéfico para el pueblo y
no para los intereses extranjeros y los traidores a la patria.
b)
Defender esta vocación, voluntad política y su correspondiente
triunfo electoral, porque las experiencias de este país y de América
Latina, nos alertan sobre la posibilidad de reversión rupturista de
los procesos de cambio social e institucional que se han intentado en
México, ya que, la conducción liberal progresista no está,
actualmente, a la altura de ese reto histórico y mucho menos para
neutralizar la persistencia de las clases dominantes para utilizar
una herramienta ya refinada de los golpes de estado: los golpes
blandos e inteligentes;
c)
Desplegar
energía política para que el Programa del bloque electoral
progresista tenga éxito, en su parte más avanzada, por ejemplo, en
marcar puntos posibles de distanciamiento y ruptura con la agenda
política y económica dominante (neoliberal); en una nueva
integración regional con mayor autonomía de EE.UU; en
heterogeneizar la matriz socio-productiva con formas no capitalistas;
en la definición de procesos de redistribución de riqueza y
propiedad; en la redefinición del carácter social y cultural de la
ciudadanía; expresando las formas para enfrentar y resolver
injusticias y exclusiones de larga data, etc. Por ello, los mexicanas
y mexicanos organizados deberán exigir su cumplimiento, desde las
aspiraciones más básicas de justicia hasta la exigencia de la
implementación de un proceso constituyente.
d)
Si
con el arribo de un nuevo gobierno no se avanza en el horizonte
democrático del país, con nuevos cambios políticos y sociales, que
redefinan y acompañen una profunda alternativa nacional, habremos de
generar condiciones de lucha para desplazar al gobierno entrante, por
no estar a la altura de acatar las exigencias y aspiraciones
ciudadanas, y por no colocar en el centro del mismo, lo establecido
en un nuevo horizonte de país, al que el pueblo aspira, conforme a
los nuevos sentimientos de la patria, un nuevo pacto social y un
proyecto de Constitución.
Por
tanto, las y los integrantes del Frente Amplio Social Unitario,
debemos centrar capacidad política para reconstruir la organicidad
política popular, para superar las contradicciones entre movimientos
e instrumentos políticos, entre autonomía y hegemonía y, al seno
de este proceso, favorecer un desborde democrático de la sociedad,
donde la gente común y corriente, comience a preocuparse por los
demás, por los otros, por los asuntos públicos, porque la
experiencia nos marca que, la articulación de estas contradicciones
ha dado lugar a la experiencia de triunfos populares y por el
contrario, su desarticulación ha permitido la continuidad de
gobiernos neoliberales.
En
las reservas morales de nuestro pueblo, se muestra el rol protagónico
de las mujeres y los jóvenes –aquellos que no sólo se le roba el
futuro, sino que se les destruye el presente– y que nos han dado
una lección sobre la preocupación por el otro y mostrar capacidad
para asumirse como un poder solidario frente al desastre del sismo
del pasado 19 de septiembre de 2017, ya que, estos sectores
juveniles, mayoritariamente, por un lado, le otorgaron concreción a
la intangible e invisible solidaridad, con su mirada llena de valor y
con sus manos cubiertas de tierra, se entregaron al desconocido, al
que requería de auxilio y, por otro lado, dejaron de lado el YO y
crearon un gran NOSOTROS y esto nos mostró, que ante la putrefacción
institucional y la descomposición social, se pude actuar por el bien
de la comunidad. Sin lugar a dudas, esto nos da claves de la gestión
de los problemas comunes, frente a la degradación moral de los
gobernantes y el descredito de las políticas públicas.
Luego
entonces, definamos como aportar a resolver las siguientes
cuestiones:
a)
La falta de unificación política entre dos campos aparentemente
contradictorios, el campo de la lucha de los movimientos sociales
y, el campo de la lucha electoral;
b)
El desarrollo y maduración de propuestas de refundación
nacional, con acuerdos y consensos gremiales, sectoriales, temáticos,
regionales y con la diversidad de los pueblos de México, que sean un
proceso Constituyente, alternativo a la depredación social,
cultural, productiva, natural, institucional, moral e histórica del
neoliberalismo;
c)
Superar en el terreno de los movimientos, la persistencia de la
fragmentación que, a decir verdad, son debilidades que conspiran
contra la posibilidad de que nuestro pueblo se conforme como una
mayoría alternativa en México y se pueda aprovechar la coyuntura
del 2018, porque los proyectos de largo aliento, se construyen en los
pasos tortuosos de las coyunturas y no en un futuro sin puentes con
la realidad.
Luego
entonces, la clave para el FASU en la actual coyuntura electoral es:
el cómo desarrollar el ejercicio de la política en la complejidad y
riqueza de los movimientos sociales, que mire y vaya más allá del
Estado Mexicano, pero que, reconoce que necesita también del Estado,
porque si no lo tomamos las y los trabajadores, las y los campesinos,
las y los jóvenes, las y los olvidados de este país, entonces ¿a
quién hay que dejarles el gobierno y el poder? ¿A los decadentes
traidores a la patria, a las corruptas castas políticas a los
propietarios del poder del Estado mexicano? Si los dejamos que
continúen detentando el poder, lo más probable es que en esta
generación perdamos nuestro derecho histórico a ser Nación.
Los
eventos extremos del país, en la degradación de las condiciones de
vida de los habitantes de la Nación, en la desarticulación y
descomposición del Estado Mexicano, en el despojo territorial y de
nuestros recursos estratégicos y en la imposición de un Estado
neocolonial con rostro policiaco militar, exigen con urgencia cambiar
ahora, porque el reloj del tiempo histórico corre en nuestra contra.
Dentro de poco, será un camino sin retorno.
Valga
decir, necesitamos con urgencia convenir un derrotero, para ir
esbozando colectivamente algunos trazos programáticos para la
liberación de México, para construir la paz con justicia y
dignidad, para alcanzar la soberanía y el decoro de la Nación.
Necesitamos un nuevo gobierno para salvar y reconstruir México, para
recuperar la dignidad agraviada.
Necesitamos
una nueva conducción de los destinos de la Patria, que destierre la
política criminal de seguridad nacional; que termine con las
desastrosas políticas neoliberales; que rescate la soberanía del
pueblo; que reestructure el Estado Mexicano con el fin de garantizar
el bien común y conforme un nuevo ejército guiado para amar al
pueblo, la justicia social y la defensa de la Patria. Para ello, no
nos queda otra alternativa que buscar unidos el camino.
PERFILANDO
LA TOMA DE POSICIÓN EN LA COYUNTURA ELECTORAL
No
podemos ignorar que la agenda de disputas electorales de nuestro país
avanza y que colocan en el centro, un conjunto de debates sobre el
futuro político de México, que se ponen en tensión para analizar
las condiciones en que se encuentra la relación de fuerzas, las
debilidades de los sectores populares, los esfuerzos e iniciativas de
convergencia social, la situación de descomposición en que se
encuentran los partidos políticos, etc.
En
virtud de ello, perfilamos la siguiente toma de posición en la
coyuntura electoral, que no es para consumo interno del FASU, sino es
una construcción colectiva que se tiene que irradiar y socializar
hacia las organizaciones populares y la sociedad en su conjunto,
tiene que difundirse a lo largo y ancho de la República Mexicana,
para que sea material de reflexión, debate, toma de posición y
actuación política en los centros laborales, educativos, de
investigación, los ejidos y comunidades, los barrios, las colonias,
los cuarteles y los grandes centros urbanos, para inquietar y mover
los ánimos, en un escenario en que se acrecienta la disputa y la
confrontación entre dos proyectos y sentidos para la Nación.
Estamos
claros que en torno al FASU se aglutina una diversidad de
pensamientos y proyectos, con estrategias y alcance distintos, que le
ha permitido combinar un pensamiento que va más allá de la
coyuntura y a la misma vez, aportar al debate sobre los escenarios
político-electorales por venir y que son de una extraordinaria
importancia.
Estamos
convencidos de tres cuestiones: primero, de que ninguna de las
demandas de los movimientos sociales en general y del FASU en
particular se pueden realizar, si la dominación neoliberal vuelve a
usurpar la Presidencia de la República; segundo, si el fraude se
instala de nueva cuenta en el 2018, la soberanía nacional y el
Estado Nacional Mexicano llegará a su horizonte límite y los
pueblos de México, mayoritariamente serán los excluidos del
imaginario de la Nación y; tercero, que no estamos frente a un
escenario de derrota para las fuerzas populares y patrióticas, sino
por el contrario, estamos de cara a un escenario en que se incrementa
la disputa, la confrontación, pero también la incertidumbre, ya
que, hay una crisis en las expectativas sociales, en las alternativas
institucionales y en las tareas emancipatorias, ante los retos que
plantea el caos por el cual cursa el país; en virtud de ello,
trazamos el siguiente posicionamiento:
-
El
Frente Amplio Social Unitario marca un deslinde con los gobiernos de
traición nacional, ya que no comparte ni puede ser cómplice del
sentido, la conducción y el destrozo que el neoliberalismo está
imponiendo en la Nación y contra las amplias mayorías sociales de
México. Por tanto, decimos que ningún gobierno neoliberal más
deberá continuar destruyendo los destinos de la Nación y nuestro
pueblo. En virtud de ello, acentuará sus niveles de organización,
profundizará sus movilizaciones y los procesos de convergencia,
unidad y articulación que eslabonen y tejan luchas comunes, por los
bienes comunes y, contra los enemigos comunes, pero, sobre todo, que
nos permitan armonizar en esta coyuntura, las percepciones sobre lo
deseado, lo necesario y lo general que nos es común: desplazar en
su totalidad, a la clase dirigente y sus instrumentos políticos que
conducen el régimen neoliberal, de los poderes públicos de nuestro
país y avanzar en la construcción del poder de los pueblos
-
En
razón de ello, y de cara a la disyuntiva histórica que tenemos en
estos momentos en la República: ser una neo-colonia norteamericana,
que consiente la profundización del desastre nacional y la
destrucción de derechos que afectan a las y los mexicanos y sus
futuros o; rescatar a México en un sentido de recuperar soberanía
nacional, derechos sociales, democracia y refundar la Nación, las
fuerzas del FASU, junto a un sentido común de las y los mexicanos
que viene creciendo vertiginosamente, asumimos el deber de
contribuir a un cambio en el país, a la liberación de México,
marcar una ruptura con el neoliberalismo y terminar con el régimen
de gobiernos de traición nacional, colonizado, dependiente,
antidemocrático, dominado por la oligarquía criolla;
-
Nuestra
posición ante este dilema nacional, es profundamente ética,
patriótica e histórica, y que habrá de expresarse de manera clara
en la presente coyuntura electoral, que además de ser una elección
histórica y compleja, puede iniciar el fin del ciclo neoliberal en
México; será un momento crítico y decisorio, para perfilar una
recomposición del poder nacional, en donde los pueblos de México
alcancen una representación en los Poderes de la República, los
Estados y en los órdenes de gobiernos municipales y, al mismo
tiempo, se pueda modificar la correlación de fuerzas en todo el
país. En virtud de ello, se podrán recuperar espacios decisionales
para reorientar lo nacional, lo público, la propiedad, los
derechos, las libertades, la sustentabilidad de la naturaleza, la
relación con las metrópolis, etc. y, por si fuera poco, es también
un campo de disputa por la hegemonía nacional.
-
Por
tanto, esto exige trabajar simultáneamente en una ruta crítica de
periodo y en torno a cuatro dimensiones: a)
Unificar
las expresiones de las fuerzas patrióticas,
democráticas, progresistas, populares y de izquierda, para
contribuir a su articulación en
un
amplio y plural bloque
político y electoral;
b)
Empeñar esfuerzos para que el bloque popular y el conjunto de la
sociedad mexicana pueda superar su fragmentación y pueda construir
un consenso nacional en torno a una sola candidatura a la
Presidencia de la República;
c)
Impulsar
en el Poder Legislativo una tendencia patriótica, anticolonial y
antineoliberal,
que contenga y revierta las leyes anticonstitucionales y
contrarias a la nación y la sociedad y; d)
Que
simultáneamente pueda formar parte del proceso de acumulación de
fuerzas que permita, desde
dentro y fuera del Ejecutivo y del Legislativo, el inicio de la
reconstrucción nacional
que reclaman las mayorías del país;
-
Ubicar
con claridad política, qué
opción electoral encarna,
por un lado, las
posibilidades de dar algunos pasos en la dirección de recuperar
nuestro derecho histórico a ser Nación soberana frente a la
globalización, la dominación norteamericana y el agotamiento del
Estado Nacional Mexicano
y; por otro lado, el que tenga afinidad y sensibilidad política
para impulsar
parcial o totalmente los planteamientos programáticos que se han
venido perfilando, tanto en el movimiento social en general como en
el FASU
en particular, para recomponer las fuerzas sociales y colocar a la
ofensiva al campo popular;
-
En
este sentido, el campo de fuerzas políticas y electorales se va
decantando en torno a dos proyectos, excluyentes y en disputa por la
hegemonía en el país y que, de cara a la coyuntura del 2018, se
expresan de la siguiente manera:
-
Por
el campo popular, que busca con diversos matices y prioridades
recuperar soberanía nacional, derechos sociales, democracia y
refundar a la nación a través de la elaboración de un nuevo Pacto
Social y un nuevo marco constitucional, ubicamos como candidatos a
la Presidencia a:
-
Andrés
Manuel López Obrador impulsado por Morena y el Partido del Trabajo;
dos veces candidato a la Presidencia de la República y en sendas
disputas operó en contra del movimiento popular y su candidatura,
los golpes de estado para usurpar el Poder Ejecutivo Federal; AMLO
es el político más conocido en el país desde el 2003 y es el que
mayores opiniones positivas tiene por encima de las otras
precandidaturas presidenciales;
-
María
de Jesús Patricio Martínez, indígena nahua de Tuxpan, Jalisco,
promovida por el Congreso Nacional Indígena y el EZLN como
candidata independiente y vocera del Consejo Indígena de Gobierno.
-
Por
el bloque de los neoliberales, neocolonialistas,
anticonstitucionales y que desean mantener la esencia del actual
estado de cosas tenemos también dos vertientes que buscan continuar
y profundizar el régimen neoliberal:
-
El
PRI y sus partidos satélites, PVEM, Encuentro Social y el PANAL
quien aún no perfila claramente a su candidato, pero que, entre
otros, se proyectan los nombres de: José Antonio Meade, Miguel
Ángel Osorio Chong, José Narro Robles y Aurelio Nuño Mayer.
-
El
autodenominado Frente Ciudadano por México, promovido de manera
facciosa y cupular por los presidentes del PAN, PRD y Movimiento
Ciudadano, aún sin candidato visible, se mueven los siguientes
personajes: Ricardo Anaya, Miguel Ángel Mancera, Rafael Moreno
Valle y Silvano Aureoles
-
De
las candidaturas del campo popular, el FASU podrá comprometerse en
tareas que nos coloquen en la disputa nacional desde el campo de los
movimientos sociales, a través de algunas tareas básicas:
-
Saludar
la iniciativa del CNI-EZLN de una candidatura indígena, ya que
representa parte de la memoria histórica de los pueblos
originarios, a sectores de explotados, excluidos y discriminados, y
sectores de mujeres contra la dominación patriarcal. Sin embargo,
esta iniciativa no busca la consecución de votos, ni ganar la
Presidencia de la República, sino hacer visible los problemas de
los olvidados de este país, concientizar y organizarlos. La agenda
de la que son portadores quienes impulsan esta iniciativa indígena
–recuperación de territorios, presentación con vida de los
desaparecidos, libertad de presos políticos, etc.– se corresponde
con las asumidas por el FASU y los movimientos sociales del país y
deberemos impulsarlas como elementos programáticos de un nuevo
gobierno;
-
Promover
el diálogo y el acercamiento entre las candidaturas del campo
popular: CNI-ZLN y el bloque que logre aglutinar Morena, para
alcanzar un pacto nacional de unificación de los esfuerzos en el
terreno de la lucha institucional y evitar la dispersión del
sufragio y el bloque de candidaturas unitarias; un eje cohesionador
de esta iniciativa, deberá ser la superación del viejo orden
social, mediante la refundación de las condiciones y el pacto de
existencia social de los pueblos de México;
-
Trazar
una estrategia que nos permita crear las condiciones de un gran
Pacto Nacional por el Rescate de México y la Reconstrucción
Nacional, primeramente, entre las fuerzas sociales, sindicales,
campesinas, comunitarias, de colonias y barrios, intelectuales,
etc., y posteriormente, con quien represente desde el campo popular,
el cambio de gobierno, de régimen y la trasformación del poder
nacional; esta definición y acuerdo político, no deberá exceder
del mes de noviembre de 2017 y será en torno a, un nuevo sentido,
principios y valores para la Nación, en donde podamos proyectar los
consensos que el FASU ha venido construyendo como una agenda
alternativa: cambio de política económica, reconstrucción de las
economías regionales, recomposición de cadenas productivas,
revertir las contrareformas neoliberales, el rescate del campo,
restitución de derechos sociales, respeto a los derechos humanos,
entre otros elementos más, que sustente un giro a la política
neoliberal y siente las bases para un desarrollo propio y podamos
construir un nuevo poder económico y político democratizado desde
las bases sociales y populares de México;
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Si
logramos contribuir a un triunfo popular en el terreno electoral,
estaríamos propiamente avanzando en un Proceso Destituyente de la
conducción neoliberal y pronorteamericana, lo cual estaría
perfilando de manera simultánea, la conformación de un Poder
Constituido de incierta composición popular, pero que tendría que
hacerle frente a la ofensiva de las fuerzas antinacionales y
neoconservadoras, que buscarán restaurar su poder y su conducción
política en el país, con las ya conocidas acciones de sabotaje
económico, político, militar y cultural, inoculadas por el poderío
norteamericano;
-
Si
se avanza de manera firme en el Proceso Destituyente y en el
afianzamiento del Poder Constituido, contaremos con la base material
y simbólica para convocar a los diferentes sectores de la vida
nacional, a
desatar un Proceso de Refundación del país, mediante la
convocatoria a una Convención Nacional Constituyente, con el
propósito de transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento
jurídico y legitimarlo en un referéndum popular.
Aquí descansaría una de nuestras líneas estratégicas para
desmantelar las imposiciones y el conjunto de contrareformas
neoliberales.
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En
esta batalla electoral del 2018, habremos de buscar cómo fragmentar
al bloque neoliberal, como dispersar su voto, ya que, el
quebrantamiento del bloque dominante, de aquellos quienes han robado
los bienes de la nación y el patrimonio público, quienes han
degradado las instituciones y destruido el pacto social de la
República, quienes han fracturado el estado de derecho, destruido
el derecho social y desarticulado nuestra Ley suprema, mejorará la
posición electoral de quien se ha instalado en el sentido común de
la gente como la figura que despierta el entusiasmo y la esperanza y
que podría encabezar el desplazamiento del gobierno de quienes han
traicionado, tanto a México como la confianza de la gente: nos
referimos a Andrés Manuel López Obrador.
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El
FASU, en su acercamiento con el bloque popular y la candidatura que
represente las aspiraciones de amplios sectores de mexicanas y
mexicanos, habrá de perfilar con suma inteligencia, tres cursos
de acción para construir un acuerdo bilateral:
1.-
Proponer
y acordar una agenda
política, económica, cultural, social, ambiental, con carácter de
emergencia
nacional y de corto plazo;
2.-
Asumir
el compromiso de algunos vectores de carácter estratégico: Nuevo
Gobierno,
que marque distancia de la visión neoliberal y siente las bases para
un nuevo horizonte nacional; Recuperar
las bases materiales de la Soberanía Nacional, en
lo económico, político, cultural, militar; Redistribución
Justa de la Riqueza Nacional,
que se aboque a superar problemas históricos y estructurales de
México y; desatar un proceso
de
refundación
nacional, que
desate un proceso de democratización cultural y nueva hegemonía
duradera en nuestro país y;
3.-
Arribar a un compromiso fundamental y de impacto estratégico, que a
partir del nuevo gobierno, se pueda convocar
a una Convención Nacional Constituyente, en
donde confluyan y se auto organicen, sujetos sociales con el
propósito de reconfigurar el campo político nacional y se defina el
cómo superar las relaciones de dominación profunda de larga data y
que de paso a la configuración de un NUEVO YO COLECTIVO en México,
es decir, a un nuevo Bloque Histórico y una nueva hegemonía
nacional
-
El
FASU habrá de aprender a combinar la lucha social con la lucha
político electoral, para poder construir lucha democrática y
edificar sentido común liberador y ser parte sustantiva de las
luchas por el poder político en el país, a partir de profundizar
procesos de organización, construir proyectos programáticos más
sólidos, procesos de convergencia con una clara coparticipación de
liderazgos, contar con una base social crítica, con la conjunción
de movimientos de masas, que posibilite el fortalecimiento de
movimientos populares y sociales, pero sobre todo, que tengan la
fuerza para encarar los cambios desde la sociedad mexicana y pueda
sostener una sintonía crítica con las necesarias acciones de un
nuevo gobierno en nuestro país.
A
T E N T A M E N T E
COMISIÓN
EJECUTIVA DEL FRENTE AMPLIO SOCIAL UNITARIO
(
F A S U )
Ciudad
de México, a Octubre de 2017